sábado, 29 de noviembre de 2014

Pequeño razonamiento de hace un par de días.

La causa directa de la muerte es la vida, todo lo vivo muere.
Nosotros no elegimos la muerte, pero tampoco la vida.
Quienes eligen la vida y por derivado la muerte son nuestros padres biológicos.
Por lo cual cuando afirman que te han dado la vida, te han dado la muerte.

Tú no has pedido la vida, eres un capricho que lo va a pagar con
la muerte en un futuro. No digo que haya maldad en tus padres pero...
¿De verdad la excusa de ''tienes que obedecerme porque gracias a mi estás vivo'' es válida?

Kentang [4]

Cuando el oráculo desapareció, el aire comenzó a volverse más y más denso, hacía un calor asfixiante y los dos amigos seguían tumbados en mitad de la sala, temblando. Bruce tenía cogidas con fuerza las manos de Lillian, sentía que caería al abismo si las soltaba y mientras la chica no paraba de farfullar.

- Es una trampa -dijo Lillian mientras intentaba levantarse bruscamente- no podemos salir de aquí -le fallaron las piernas de nuevo y cayó al suelo con un sollozo.

Bruce miraba a nada y a todo a la vez, escuchaba la voz de su amiga como si fuese un susurro nublado por el rugido de los árboles, pero no había árboles, ni susurro, no había nada que salvar, estaba vacío. Intentó centrarse en la voz de su amiga y creyó entender algunas palabras sueltas, cerró los ojos y entornó los labios lentamente- Tranquil... - en ese instante la voz se le quebró, Lillian tenía los ojos en blanco con la vista fijada en el techo, ya no temblaba.

La joven comenzó a levitar como si de un muñeco de trapo se tratase. Su cara pareció demacrarse por unos instantes, ya no era ella, el odio inundaba su mirada.

- NO HAY SALIDA, VUESTRO DESTINO ESTÁ SELLADO -dijo la chica con una voz masculina y áspera- SI HABÉIS DE MORIR, QUE ASÍ SEA.

El cuerpo de Lillian, poseído por alguna clase de hechizo, salió disparado contra una de las paredes de la sala y comenzó a tener fuertes convulsiones. Volvió a reinar la oscuridad y bruce intentó llegar a ella a tientas, la temperatura de la sala comenzó a descender considerablemente y un dulce olor a jazmín excitó su pituitaria. Cuando el chico encontró a Lillian, en el suelo, desmayada seguía temblando. Bruce cerró los ojos con fuerza y apretó los puños ¿podría ser posible? ya no oía voces, no sentía la tormenta del pasado, sólo veía a su amiga tendida en el suelo, sólo pensaba en ayudarla. Se quitó la capa y envolvió a la joven en ella... en cuanto el tejido tocó la piel de la joven, esta abrió los ojos de golpe y se convirtió lentamente en un montón de ceniza. No, no, esto no podía estar pasando, algo tenía que ir mal... imposible, no, es un juego, una broma de mal gusto.

En ese mismo instante, un addadudi comenzó a sonar, era una melodía triste, lenta y lúgubre. Las notas se clavaban en los oídos de Bruce, era el ''himno de los difuntos'', había sonado en el homenaje a los soldados caídos unas semanas atrás.

Bruce, inmóvil, sintió como cada copo de nieve se derretía al contacto con su piel, estaba allí, junto al rey de Nijaru. La condecoración a la valentía le pesaba en el pecho. Sus piernas le volvieron a doler, apenas podía sostenerse. La melodía seguía sonando, ya no estaba en la ceremonia. Uno de sus compañeros acababa de exhalar su último suspiro, estaban muriendo todos a su alrededor y él no podía moverse. Morirían por su culpa, o eso pensaba él. La melodía estaba a punto de acabar. Ahora Bruce tenía nueve años, su padre no jugaría más con él, el charco de sangre manchaba la dura nueve y un puñal asomaba de su pecho.

- Es culpa tuya, Bruce, no llegaste a tiempo -dijo su padre moribundo- no llegaste a tiempo... -hubo una pausa- no me pudiste salvar a mi y tampoco la podrás salvar a ella- tras eso bruce dejó de respirar mientras todo comenzaba a dar vueltas a su alrededor, lo último que vio fue la cumbre de aquella montaña helada, con el dragón mirándole directamente a los ojos. La melodía dejó de sonar.




(Se me olvidó mencionar que Guillermo también colabora en la historia :3)

viernes, 21 de noviembre de 2014

Kentang [3]

Bruce y Lillian caminaron juntos hasta el cobertizo en el que se hospedaban. Cada vez hacía más frío en aquel pueblo en lo alto de las montañas, estaba llegando el invierno.

- Debemos estar en el negativo de la escala de Rakvor -se dijo Lilly a si misma mientras contemplaba a su amigo intentar abrir la puerta.
- Cerrada -resopló Bruce mientras arqueaba las cejas examinando con cuidado cada centímetro de la puerta- ¿estás segura de que era aquí donde quería que viniésemos el mago?
- Tú mismo lo oíste, intenta forzarla... 

La chica observó los intentos de su amigo de tirar la puerta abajo durante unos cuantos minutos. Bruce se enfurecía más tras cada golpe, pero no parecía servir de mucho.  El cielo se estaba poniendo cada vez más oscuro, y cuando el sol comenzó a ocultarse tras las montañas Lillian lo vio, un resplandor celeste casi imperceptible saliendo de la puerta.

- ¿Lo has visto? -preguntó Bruce mientras se alejaba lentamente de la puerta.
- Es un hechizo de custodia mágica, te devuelve el daño recibido y protege lugares de los enemigos del lanzador  -Lillian se acercó poco a poco a la puerta y la examinó con cuidado- Aparta, creo que sé lo que debo hacer -cerró los ojos y un susurro de palabras arcanas comenzó a salir de su boca, sus pies se elevaron ligeramente del suelo y extraños símbolos de color dorado comenzaron a orbitar alrededor de su cuerpo a la vez que el brillo celeste de la puerta iba desapareciendo poco a poco. Cuando la puerta dejó de brillar alzó la voz y todos los símbolos que la rodeaban convergieron en un haz de fuego que lanzó a la puerta y esta explotó. Lilian sonrió mientras se desvanecía, ya no veía, sólo sentía el sonido de Bruce corriendo hacia ella y el dolor que le producían las quemaduras que estaban surgiendo poco a poco en su piel- lo siento, todavía me queda mucho por aprender.





El suelo estaba frío y astillado, corrientes de viento gélido se colaban por las ventanas  y ella seguía allí tumbada, inmovilizada por el dolor y ciega.

- Hay que pagar un precio.

Lillian tosió e intentó levantarse mientras buscaba inútilmente con la mirada la procedencia de aquella voz.

- Para entrar aquí, hay que pagar un precio.
- ¿Dónde estoy? -preguntó la chica confundida mientras respiraba agitadamente.
- ¡LILLIAN! -era una voz masculina, la reconoció enseguida.
- ¡BRUCE! ¿¡dónde estás!? -Lillian se levantó y corrió hacia el sonido, tropezándose y cayendo estrepitosamente al suelo- ¿Dónde estoy? ¿Dónde estamos?
- Es mejor que él te lo explique -la voz de Bruce estaba rota, sin vida.
- Os lo dije, moriréis si vais a luchar contra Kentang -Lilly sentía la voz cada vez más cerca- y si queréis cambiar el futuro, no podéis partir del pasado predicho.
- Oráculo -dijo Lilly en un susurro mientras este le colocaba la mano en el hombro.
- Tú has perdido parte de la visión, pero tu amigo... -el hombre miró a Bruce y frunció el ceño- tu amigo se ha perdido a si mismo al llegar hasta aquí. A tu izquierda, joven aprendiza, ¿lo sientes?

Lillian se centró en el sonido que rompía el silencio de aquella sala y poco a poco comenzó a distinguir voces, voces angustiadas y llenas de dolor... primero fue su madre, luego su hermano y por último Bruce. Cada palabra se le metía en la cabeza y sentía como si ella misma muriese poco a poco al mismo tiempo que las voces- ¡Basta! ¡Haz que pare! ¡HAZ QUE PARE! -se llevó las manos a los oídos y empezó a gritar hasta que sintió las puertas cerrarse y su cabeza dejó de estar nublada.

- Bruce... -la chica llamó a su amigo entre lágrimas, pero este no contestó.
- El soldado tuvo que cruzar ese pasillo para que llegaseis hasta aquí -la voz del oráculo era cada vez más seria- tardó dos días. 

Lillian sintió cómo le empezaba a dejar de llegar aire a los pulmones a la vez que su respiración se agitaba más todavía y se le entumecían las extremidades. El oráculo la sostuvo cuando se puso totalmente en pie con la intención de ir hasta su amigo.

- Cambiar el destino requiere un sacrificio, debes perder tu pasado, debes cambiar. Señorita, tienes suerte de haber cruzado inconsciente y de haber pagado un precio tan bajo. La visión es algo que quizás pueda recuperar, pero una vez se rompe el alma, no hay vuelta atrás.
- ¿Qué quiere que hagamos? -preguntó Lilly mientras apretaba los puños.
- Salir vivos de aquí -El oráculo guió a la chica hasta Bruce y ella se sentó al lado de su amigo, cogiéndole la mano mientras este temblaba- Como veis, este no es el lugar donde estuvisteis descansando en vuestra estancia en la aldea, se trata de una última prueba, una prueba en la que si sobrevivís tendréis todos los conocimientos que podemos ofreceros, una prueba para que os volváis fuertes.

Hubo un silencio momentáneo y el mago pronunció unas palabras en arcano que le hicieron desaparecer, dejando a Bruce y a Lillian solos en la oscuridad.